José María Eguren es el autor de la poesía más pura e inocente que se haya creado en nuestro país.

Datos biográficos

Nació en Lima el 07 de Julio de 1864; durante la ocupación chilena (1880), fue llevado a la hacienda Chuquitanta y permaneció en ella en busca de un clima benigno para su sensibilidad. Su estadía en ese lugar, despierta su imaginación infantil y le brinda encantados recuerdos. Su vida se desliza apartada y silente, alejada de todo tumulto exterior.

Después de estudiar en la Inmaculada y el Instituto Científico, a la muerte de sus padres, se traslada a Barranco, "pueblito de nostalgias y añoranzas, con su plaza pequeña y triste donde se inspiró para escribir sus versos", Eguren no cambió su ritmo interior: siguió viviendo en gran soledad como una persona enigmática. "Tenía de bohemio la despreocupación. Por eso, sus versos devienen tranquilos, con serenidad..." "Publiqué-confiesa- algunos versos en "Lima ilustrada" y en "Principios"; escribí por ese tiempo Juan Volantín (1899), mi primera simbólica, y otros poemas modernistas. Admiraba a los maestros de Francia..." Aunque la crítica oficial le era adversa, Eguren recibió el cálido apoyo de Enrique Bustamante y Ballivián y del maestro Manuel González Prada.

Llevó una vida sencilla y recluída (vivo cercando el misterio de las palabras y las cosas que nos rodean, dijo dos años antes de morir). Durante más de treinta años vivió en el entonces balneario de Barranco, que queda ubicado muy próximo al centro de Lima. Por dificultades económicas de su familia se trasladó a Lima en sus últimos años y allí ejerció un modesto puesto de bibliotecario en el Ministerio de Educación.

Tuvo una existencia muy retraída, consagrada a sus vivencias íntimas y creaciones poéticas, sin comprometerse con las contingencias sociales, políticas, ideológicas de su tiempo.

En 1910, en la revista "Contemporáneos" (dirigida por Bustamante y Ballivián) aparecen sus primeros versos. Un año después, publica su primer libro, Simbólicas, que es recibido con "desgano y hasta con desdén" por la crítica "oficial". Sólo a partir de 1920 se le reconoce y exalta su valor, con los homenajes de las revistas "Colónida", de Valdelomar, y "Amauta", de Mariátegui.

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